Aventuras.
Cuando ciertos personajes, algunos demasiado cercanos a nosotros, se dedican a enumerar sus peligrosas aventuras, mirándonos como de arriba, totalmente superados en la vida, se me dibuja una profunda e irónica sonrisa.
Aquellos individuos, aburridos muchas veces por la abundancia material, necesitan percibir el sabor del peligro para sentirse vivos, a la vez pueden llegar a sentir una cierta superioridad ante el eventual interlocutor, aun sin saber la forma de vida de este. Quiero aclarar que no estoy denostando a los practicantes de deporte aventura, yo mismo lo he hecho, si no a aquellos que, con una abultada billetera y comodidades lejos del común de las personas, ostentan sus experiencias como si fueran la representación viviente de un dios del Olimpo.
Estúpido de mi el pretender comparar la adrenalina que circula en la cima de un cerro escalado con ocho personas mas por la ladera turística, contra la que produce cruzar la plaza lindera a una estación de trenes en horas de la noche y solo, ni que decir de esa pesada presión en el abdomen cuando uno se da cuenta que se equivoco al doblar en una esquina internándose en un barrio marginal, con numerosas miradas posadas en nuestra humanidad.
La vida misma es una aventura en la que todos podemos participar, desde el viaje hasta nuestro trabajo, hasta el cruzar una avenida, muchas veces pone en riesgo su continuidad, desde ya no se necesita equipo especial, grandes sumas de dinero ni un entrenamiento competitivo, que mas da cruzar los rápidos de un caudaloso río de montaña en un gomón, que quedarse atrapado debajo de un puente en nuestro vehiculo a causa de la súbita inundación producida por una fuerte lluvia en medio de
Si nos tomamos un segundo para reflexionar, quizás nos demos cuenta que varias veces al día nuestra vida ha corrido peligro, solo que de puro acostumbrados no lo tomamos con tanta solemnidad, así que, la próxima vez que vean o escuchen a alguno de eso intrépidos personajes, no se sientan menos, sepan que ellos es poco probable que sobrevivan diez minutos en medio de la ciudad, sin ayuda alguna, algo a lo que nosotros estamos mas que acostumbrados.

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