La Calesita.
Carrusel, calesita, como gusten llamarla, o como se denomine en su lugar de residencia, un juego simple, pero que durante buena parte de mi niñez, lleno mi cara y la de mis amigos inmediatos, de sonrisas.
A la tarde, después de la merienda y recién bañado, sobre todo en las de verano, esperaba el momento en que ese mágico lugar abriera su puerta; con unos pocos centavos, teníamos un buen rato de magia garantizada, montando briosos corceles, conduciendo veloces automóviles, así, de esa emocionante manera, se deslizaba parte de mi niñez, mi fantasía, habiendo imaginado dramáticas historias, y la sensación de haberlas vivido, ¿o acaso no habíamos conducido esos vehículos o domado esos caballos?
Esto mismo pensaba el domingo, con 41 años, al contemplar en una plaza una de esas calesitas, un eje con una plataforma que gira alrededor de él, con un par de vehículos de juguete o animales, casi siempre algún caballo, fijo o que puede subir y bajar, niños pequeños montándolos: las cosas han cambiado. Cuando ansiosos esperábamos el momento de correr a la calesita, teníamos entre ocho y once años, si la memoria no me falla, ahora, solo veía pequeños en edad preescolar nadie mayor.
La tecnología ha opacado, quizás, un poco a la imaginación de nuestros pequeños, de que manera el automóvil, de volante que giraba loco, adherido a la plataforma de la calesita, puede competir con el “Need for Speed algo”, donde uno puede enfrentarse contra otros autos, donde al chocar se ve como la “chapa” se deforma y donde, si manejamos bien y tenemos experiencia en el juego, podemos ganar.
Por mis ocho o nueve años también, leía con avidez a Julio Verne, de nuevo la imaginación daba la vuelta al mundo en ochenta días, o recorría veinte mil leguas de viaje en submarino, o iba de la tierra a la luna, siempre de la mano de este autor como de otros, pero… los viajes al espacio con sus luchas por conquistas que se pueden jugar en consolas y PCS parecen superar ampliamente lo que la imaginación individual puede lograr, al menos esa es la impresión que me da a mi a partir de lo que puedo observar, cabe aclarar que no soy padre, así que solo me puedo apoyar en lo que veo entre los hijos de mis conocidos.
Las cosas evidentemente han cambiado, no digo que para mal, solo que al parecer la diversión de nuestros hijos esta mas ligada a la tecnología que a la imaginación neta, claro que eso también depende de los recursos económicos con los que los padres cuenten, sospecho que la pobreza desnutre el cuerpo pero alimenta la imaginación, no es justo tampoco.
Un equilibrio entre las posibilidades de entretenimiento infantil seria lo ideal, claro que entiendo que no siempre sea posible, pero bueno, la búsqueda de las utopías han dado lugar a los grandes descubrimientos o cambios, quizás esta sea una de esas utopías en las que la imaginación no pierda entrenamiento y se pueda leer, soñar y utilizar la tecnología para estudiar y entretenerse.
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