A cada cosa su nombre.
La globalización ha traído consecuencias, de las buenas y de las otras, eso es por todos sabido. En mi caso, desde adolescente sentía la inquietud de ciertas cosas propias de mi niñez, sabores, colores, formas y aromas asociados a mis vivencias infantiles, aun recuerdo algunos sueños que, de alguna manera, están marcados por la profunda necesidad de recuperar sensaciones de cosas que ya no existen o la modernidad las ha cambiado de manera irreversible.
Entre las victimas de este fenómeno encontramos a nuestro amigo el ALFAJOR, este ha mutado de una manera que en este momento hace que el pobre vea afectada su identidad. Quizás sea por la acción de las multinacionales que han comprado a las tradicionales fabricas de golosinas, cambiando las recetas a su propia idiosincrasia, muchas veces de manera errónea, un lamentable error.
La forma y composición básica del alfajor es muy simple, dos galletitas redondas, entre las cuales se aloja una generosa cantidad de dulce de leche y el conjunto se baña con chocolate o, en todo caso, azúcar impalpable, para el alfajor blanco, esto les daba un típico sabor, agradable, matizado según la calidad de los insumos utilizados.
El viejo sabor a alfajor ya casi no se percibe, la masa de las galletitas ha sido mancillada por la presencia de pepitos de chocolate, mousse de chocolate, cereales y hasta reemplazada por una tapa de coco, un verdadero sacrilegio. Nadie discute, lo aclaro, el sabor y la calidad de esas golosinas, algunas son excelentes, pero no se deberían llamar alfajores, desde el momento que escapan a su clásica confección.
Quizás me consideren retrogrado, pero las cosas por su nombre, los alfajores no tienen crema, mousse, coco, se les permite, por regionalización autóctona de provincia, tener mermeladas, pero como excepción, nada mas, ningún otro relleno ajeno al dulce de leche le confiere a un par de galletitas amontonadas el rol de alfajor, eso jamás.
Hoy tuve el placer de comer uno en el que poco se ha modificado con los años, por lo que he disfrutado a conciencia el sabor del alfajor y de mi infancia, un doble placer.
Señores, tomen conciencia, no vuelvan a llamar a otra golosina con el insigne titulo de ALFAJOR, que los advenedizos consigan su propia nomenclatura, sea por concurso, por vox populi, el mecanismo no importa, pero que dejen de hacerse pasar por lo que no son, Alfajores de raza, Alfajores hechos y derechos. He dicho.
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