Dime lo que ves, te diré quien eres.

Promediaba mi yogurt con colchón de frutillas de las fincas, pensando en una buena pizza, cuando me planteaba la razón por lo que hacia eso, no me resulto difícil. Contratar alguien que me ate los cordones de los zapatos, agitarme en la escalera, al segundo escalón, perder el transporte publico junto con el conocimiento al intentar correrlo, me resultaron buenísimas razones. Claro esta, tengo cuarenta años y estoy buscando esmeradamente el estado físico que perdí por ahí hace un tiempo atrás, bien escondido anda el pobre que me cuesta encontrarlo, visto así un pequeño sacrificio no es nada malo.

Lo que importa es lo de adentro escuche muchas veces, y siempre pensé que era el autoconsuelo de los feos para poder seguir viviendo con optimismo o bien hablaban del relleno de una tarta, pero el día de hoy debo admitir que la razón asiste a esos filósofos de barrio que viven amparados en, la mayoría de las veces, una muletilla no bien meditada.

Un buen envase no siempre garantiza un buen contenido, eso se da en productos de consumo como en las mismísimas personas, el culto de lo estético es uno de los mayores flagelos de nuestra época, afectan la psiquis como la salud de demasiadas personas como para que pase desapercibido.

Cuando la apariencia pasa a ser uno de los bienes mas preciados, cuando la forma física se convierte en estigma, la debilidad en la conciencia del propio ser y del valor de un individuo como persona conlleva a una serie de galimatías nutricionales que indefectiblemente erosionan la autoestima y probablemente dañara la salud. El ejercicio y la buena alimentación orientados a la buena salud y la comodidad física están bien, pero cuando se bastardean con el único fin de obtener una forma física muchas veces imposibles, generan una fuente adicional de frustraciones que hacen que el objetivo buscado sea perverso e insatisfactorio.

La sensualidad de una persona es algo que va muchísimo mas allá de la apariencia, es algo interno, propio de cada uno y desde luego no va ligado con el peso o las formas, no negaremos que ayudan, pero solo eso. El saber estimular, el conocer la forma de brindar y recibir el placer sensual se aprende, se ejercita, se cultiva, no se obtiene en un gimnasio ni en un preparado para beber que nutre y saca el hambre, el misterio de una personalidad, la excitación que su descubrimiento brinda, esta mas allá de cuantas abdominales seamos capaces de realizar.

No estoy defendiendo mi panza amiga, es mas, día a día doy un paso mas para despedirla, pero como dije, no soy un chico y mi expectativa de vida será mayor mientras mejor me cuide, pero a los veinte o treinta años, condicionar la vida alrededor de una estética labil y efímera es privarse de demasiadas sensaciones placenteras que bien administradas hacen a una vida plena, la obsesión por la perfección física no deja de ser eso, una obsesión, y por lo tanto algo patológico, una vida completa esta llena de pequeñas cosas que, como siempre digo, hacen al todo que como personas nos merecemos. La única forma que conozco de disfrutar la vida es viviéndola, esta llena de pequeños sacrificios que pueden llegar a dar grandes satisfacciones, pero llenarse de grandes sacrificios para vivir pequeñas satisfacciones es un concepto, una forma de “sobrevivir”, que no se lleva bien con mi personal filosofía.

Todo este palabrerio no sirve mas que para decir que hay que comer para vivir y no lo contrario, pero que si la naturaleza y el descuido no han ayudado, no hay que rasgarse las vestiduras, si no darle la importancia, la relevancia que el sobrepeso tiene sin considerarlo el fin de la vida, en todo caso el comienzo de una forma de vida mas plena en la que sea la salud y no la belleza sean la razón de los cambios, podrá sonar algo contradictorio, pero si se entendió lo previo poco mas hay para agregar.