Encuentro.
"Este es un cuentito medio picante, viejo, una de las primeras cosas que se me dio por escribir y sobrevivio a la pepelera de reciclaje, sean criticos pero no demasiado, tengan en cuenta que tiene sus años"
Las seis de la tarde, hace frío, de la mano como adolescentes salen de la plaza hacia el hotel, cruzan mal, apurados, ansiosos, asustados.
Registrarse un problema, dos tarjetas asaltan al conserje, después lo hablamos, hace quince días que después lo hablan, no hay acuerdo, que lindo, tan iguales.
La habitación es calida, la temperatura agradable, alfombras, la cama, un sofá pequeño, prometedor.
Tiran las cosas por ahí, se miran sin saber que decir, rubor en los rostros de los dos?
Descalzos, se sientan en el suelo, cerca de la ventana, viendo los últimos rayos de un sol que los acaricia, la alfombra es calida. El, de espaldas en la pared, ella entre sus piernas, de costado, su hombro en el pecho de el, su ojos, fijos en los de el. Miradas, sonrisas, algunas palabras, historias encontradas, los ojos hablan de amor mientras las bocas se desean, hablando de bueyes perdidos.
El, casi distraídamente le acaricia la cara mientras hablan, recorre cada milímetro de la deseada geografía, mirando por la ventana, los labios de ella retienen el dedo intruso, lo chupan, lo acaricia con la lengua, definitivamente capto su atención.
Inclinado sobre ella, descubre nuevamente el sabor de la boca soñada, mas allá de los labios que extasiado conoció en la plaza., se separan, lo invitan, se llena con el sabor de ella, uno de sus sabores.
La mano que no la sujeta, acaricia los brazos, las piernas de ella, la redondez del muslo, las caderas, recorre despacio la entrepierna, buscando sentir la humedad que sabe que provoca, a través del grueso pantalón. Levanta apenas la remera, conociendo la suave piel de la panza, sobre la ropa, busca , con ansiedad apenas controlada, los pechos, de a uno, despacio. Los besos no cesan, el aprende de ella, ella aprende de el, ambos desconocen todo lo demás.
La invita a pararse, iluminada por las luces de la calle y a mostrarle su piel, desnudarse lentamente, solo para el. Ella cierra los ojos mientras desabrocha el pantalón, se acaricia mientras corre la tela, descubre la piel, se agacha, sin abrir los ojos, dejando el pantalón, pero sin mostrar el sexo desnudo, gira, solo deja su cola a la vista, levanta la remera, despacio, siempre con los ojos cerrados, se desabrocha el corpiño, lo quita, se cubre los pechos con un brazo, y el sexo con la otra mano, gira, lo enfrenta, abre los ojos, sonríe, se descubre.
Extasiado la disfruta, observándola, mientras se para despacio, se le acerca,
Ella lo apoya en al pared y lo recorre, llenándolo de fuego y placer. El, apenas creyendo lo que le pasa, la abraza de nuevo, la acerca a la ventana, exponiéndola a los edificios de los alrededores, mientras el, ahora si, la recorre, muy despacio, con sus manos, su boca, su miembro, lamiendo cada pedazo de esa mujer que tanto deseo le producía,. La siente gemir, pedirle un mordisco allá, un beso acá, una caricia por allá, disfrutando aquellos lugares que ella misma ni sabia que existían en su piel, gimiendo, suplicando, los ojos brillosos de lagrimas y placer, acabando en su boca, en su cara, quitándole el aire al aprisionarlo con sus piernas, mojándolo con sus jugos.
El la gira, la apoya de frente a la ventana, separa cuidadosamente sus piernas mientras la acaricia, y se desliza en su interior en un grito compartido de placer…
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