La comunicación
Me pregunto cuantas veces oímos solo lo que queremos oír, escuchar escuchamos, pero que misteriosos mecanismos usa nuestro cerebro para darle definiciones a las frases, para asociarlas a determinados significados, para conceptuarla.
Estados de animo, soledades, euforias, que factores le dan vida al significado de una frase, que hace que lo dicho se interprete de mil maneras independientemente de la intención del diciente. Quien sabe que eventos a lo largo de la historia se han desencadenado a punto de partida de la loca interpretación de una frase escrita o hablada, cuantos destinos se han visto conmovido por el infortunio de un dolor de muelas en la lectura de un tratado de paz, cuantos reinos han caído por la errónea lectura de un documento diplomático por la mala mañana que ha pasado un monarca, cuantas empresas han perdido millones por similares circunstancias.
Muchas veces escuche acuñar la frase que expresa que cada uno es prisionero de sus palabras, si bien es una realidad, también lo es el hecho que lo somos de la forma en que nuestras palabras sean interpretadas, no siempre obtenemos el resultado esperado sobre lo que queremos expresar y muchas veces pagaremos las consecuencias no deseadas de esa situación. No hablo de ser críptico, mas bien de un palimpsesto verbal en el que lo dicho es tomado de otra manera distinta a lo pretendido, si nos ajustamos a la definición, borrado para ser sobrescrito con lo que el otro quiere o cree entender.
Lo cierto es que en las relaciones interpersonales de la naturaleza que sean que impliquen alguna forma de comunicación, debemos tener la mente y el corazón abiertos para saber escuchar lo que se nos dice, es difícil liberarse de prejuicios, que muchas veces son un filtro que actúa sobre el diálogo, un filtro que nos puede llenar de insatisfacciones o desasosiegos, o lanzarnos a azarosas aventuras de incierto final.
Los matices de nuestro idioma, su riqueza, crecen con la propia óptica del interlocutor, mas allá de las florituras lingüísticas, lo que no deja de ser un tanto mágico, ya que el mas inocente de los diálogos se puede abrir a un abanico de posibilidades dadas por lo que se dice, lo que se quiere decir, lo que se escucha y lo que se quiere escuchar, no es fantástico?
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