¿Qué sabemos los hombres de las mujeres?
Nada. Si, nada de ceños fruncidos, si alguien piensa lo contrario debería rever sus experiencias y descubriría que nada sabe en realidad, desde la óptica de un hombre la mujer es un misterio, quizás y sin demasiado esfuerzo encontremos patrones comunes de conducta, pero eso es en si mismo superficial, la psicología se ha encargado de parametrizar la conducta humana, en ambos sexos y esta bien, no pensare en eso ahora, pero como individuos, el conocimiento que nosotros podemos tener es prácticamente nulo. No es difícil, si solo dedicamos unos minutos a pensar aquello que hemos hecho para acercarnos a una dama, verán que ha sido un proceso de aprendizaje en lo que poco de lo aprendido para una era aplicable a otra.
Lo cierto es que no hay formulas mágicas para acercarse a una mujer, jamás me atrevería a decir que las conozco en general, apenas a veces me dejan perfilarlas en particular y eso después de mucha observación. No es tarea fácil, requiere voluntad y paciencia, observación y un poco de astucia.
Somos de la misma especie pero a la vez de diferentes universos, no pensamos ni sentimos igual, no actuamos de la misma manera, a veces no nos entendemos mutuamente, solo nos cabe aceptarnos con nuestras particularidades con la plena conciencia de las diferentas que por genero tenemos, no hablo de diferencias físicas, mas que evidentes, si no de aquellas mas sutiles que a las formas de pensar y a los comportamientos se refieren.
Insisto, jamás me atrevería a decir que sé de mujeres, me considero satisfecho de eventualmente ser elegido por aquella que elijo, aceptarla como es y ser aceptado, hacer el esfuerzo de entender lo mejor posible sus intenciones, necesidades y sutilezas, ellas son mas expresivas, eso ayuda, pero no es nada fácil, y eso en si mismo es lo que lo hace maravilloso, el vivir la diaria aventura de conocer a quien nos ha regalado un pedazo de su vida, como amiga, pareja o simple compañera.
Desde este imaginario podio agradezco su existencia, ya que son capaces de darle color a nuestras vidas, desde la posición que el destino les haya dado ocupar. Sean bienvenidas a nuestra vida, las puertas están abiertas, ah, gracias por existir.
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