Supervivencia.
Como cada mañana la ceremonia de la preparación, el baño ritual, los afeites, las prendas adecuadas, una ceremonia inmemorial repetida infinitas veces por los miembros de cada civilización humana desde los albores de la humanidad, soy prisionero de mi condición humana y por mucho que me disguste, por mucho que me revele, no me puedo escapar de ciertas cosas.
Desayunar, no, prefiero sumergirme en el peligro con el estomago vacío, que cada gota de sangre este irrigando mi cerebro y no mi estomago, sobreviví 41 años, mis reflejos son buenos, soy capaz de anticiparme al peligro, pero quiero asegurarme de tener toda mi lucidez en juego. Hace diez años atrás a pesar de todo una vez fui lento, recibí la embestida, sobreviví con pocas lesiones, ridículas en todo caso si tenemos en cuenta la magnitud de lo vivido, pero ese recuerdo aun me vuelve bajo la forma de pesadillas, volver a ser yo mismo fue un proceso en si mismo, me costo volver a montar con seguridad.
Salgo, la mañana es hermosa, sopeso el casco, me lo coloco, acaricio a mi amiga, fiel compañera, una sobreviviente de aquel encuentro también, aunque esta vieja ya, no responde como antes, es confiable, quizás mas lenta, pero confiable y ágil aun. Nos lanzamos al camino, como cada día. La mirada en la distancia, tratando de detectar quien se desprende para enfrentarnos, son mas grandes, fuertes, pero nosotros tenemos la experiencia, leemos el camino, me dejo llevar, pero alerta, siempre alerta.
La espalda descuidada casi nos cuesta la vida, olvidé algo fundamental, eso genero la pequeña secuencia de errores, no tenia la mente limpia, en blanco, por eso no lo note hasta que me encerraba, mi vieja amiga responde rápido, nos frenamos, una pequeña finta y estamos a salvo, debo ser mas cuidadoso, no siempre tendré esta suerte. Enfrente una manada ordenada en una larga fila nos cruza, indiferente, o casi… blanco y amenazador, se desprende de la fila, nos enfrenta, un rápido calculo me dice que no hay salida, nos golpeara, en lugar de acicatear a mi compañera la insto a reducir la velocidad, en una arriesgada maniobra nos salimos del camino arrojándonos hacia los árboles, esquivando, rápidamente lo retomo y en mi interior arde la necesidad de perseguir, de atacar, pero soy conciente que jamás lo alcanzaríamos, casi diariamente la misma injusticia de no poder devolver el golpe, una frustración.
Con naturalidad los latidos del corazón y la respiración se relajan, el terreno se hace más propicio, ahora los peligros son otros, más livianos, aunque la embestida violenta sigue latente, pero la nueva lucha es con los que se sienten mas vulnerables, a pie, se sienten impunes, miran desafiantes, enfrentan quizás con más desventaja, pero no dejan de ser un reto. Los sorteamos sin inconvenientes ni enfrentamientos, casi hemos llegado, casi.
Veo el edificio, satisfecho de cobijarme en el, poco ha sido el reto esta, mañana, una mañana mas, pero adentro mío, muy adentro, se que mañana deberé volver a manejar mi moto hasta el trabajo, sin ser respetado por los automóviles, camiones o demás vehículos de gran porte, quien diría, que en el siglo XXI en el camino a mi trabajo, me jugaría diariamente la vida, mundo loco, ¿no creen?
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