El Dorado.

Hace calor y estoy gordo, ambas cosas no tienen que ver entre si, mas allá de que me dieron ganas de comer una rica, abundante y buena ensalada. En la prehistoria de mi vida egrese del colegio secundario con el titulo de técnico químico, lo use, he trabajado como tal muchos años pagando así mis estudios o como complemento de mi trabajo de toda la vida. Bien, ¿que tiene que ver esto con el calor y la ensalada? Por mi trabajo he manipulado acido acético en diferentes concentraciones y he llegado a detestar su olor, razón por la cual jamás probaría una ensalada condimentada con vinagre y he aquí el principio verdadero de la historia.

Sábado por la mañana, decidida la ingestión de la ensalada se hace notoria la necesidad de adquirir sus ingredientes, ante esa situación me veo obligado a desplazarme hacia la verdulería de la esquina de mi casa, a fin de proveerme de lo necesario. Saludos de rigor, procedo a recorrer el local eligiendo las verduras más atractivas y apetecibles con que hacer una rica ensalada, si se le puede decir rica a una ensalada.

Lozanos y rojos tomates, algunas cebollas por las dudas, repollo y alguna pequeña planta de lechuga, todo amenizado con una entretenida charla sobre fútbol. Habiendo casi concluido recuerdo que no tenia nada con que condimentar la susodicha mezcolanza vegetal, así que con la sonrisa que sostenía hasta ese momento solicito “medio kilo de limones”.

Las facciones del verdulero se transformaron, ágilmente salto acercándose a la mesa donde hace las cuentas y maniobro debajo de ella, una especie de alarma sonó en el fondo del local y de la nada surgieron cuatro comandos camuflados que me redujeron, inmovilizaron y apuntaron con sus armas. Sin entender nada solicite una explicación al comerciante, mientras uno de los paramilitares revisaba mi billetera a ver si contenía dinero. Satisfecho con su contenido, y habiendo comprobado que no tenia armas ni micrófonos, el verdulero me informa el costo del kilo de limones, ahí entendí el por que de la extraña situación.

Soy un hombre simple, trabajador, mi sueldo no es para darme grandes lujos, aun así, necesitaba el limón para condimentar, así que después de firmar una serie de documentos, el verdulero, custodiado por dos de los cuatro hombres de seguridad fuertemente armados, acciono rápidamente lo que parecía una banana y la estantería que contenía el cajón con el producto se desplazo dando lugar a una especie de bóveda secreta, blindada y climatizada; con los guardias en la puerta de ella, el verdulero me provee de lo solicitado, dos limones amarillos de tamaño mediano. Como soy cliente y vecino, por cortesía y habida cuenta que solo vivo a cincuenta metros del local, el comerciante hace que dos de los guardias me escolten a mi domicilio para protegerme, con total gratitud por el gesto me retiro a tratar de recuperarme del impacto producido por la inversión realizada en la compra de un par de limones y tratar de comer un poco.

Mas allá de la exageración, alguien me puede explicar por que en un país que se encuentra entre los mayores, si no el mayor, exportadores de limones en el mundo, con una producción extraordinaria, el kilo de limón sale casi veinte pesos, por un momento mas que comprarlos pensé en alquilarlos solamente, además de limones, mi vida depende de la ingestión de otras cosas.

Argentina, que país generoso.