El Desván.
Hay veces en las que nos encontramos rodeados de cosas inútiles, artículos de todo tipo que no funcionan, por causas que probablemente ni recordemos, ropa que es imposible usar, esperando el regreso de una moda que no volvió, y que el tiempo, la humedad y los insectos se encargaron de aprovechar de otra manera, herramientas en lamentables estados, revistas y diarios con importantes artículos, fundamentales para nuestra existencia, pero que después de repasarlas varias veces, somos incapaces de decidir cual de los que la publicación tiene, revestía semejante importancia, eso si, el amarillo de las paginas es muy estimulante. Piezas varias de, vaya uno a saber que, elementos electrónicos, mecánicos o sencillamente no catalogables, que hemos guardado por las dudas.
Quien no almacena, por más pequeño que sea su hábitat, este tipo de elementos, más grande es el espacio, mayor el número de esas cosas que hemos guardado con propósitos que se perdieron en el tiempo. Claro está, no habrá ningún incunable, o una obra perdida de un famoso pintor renacentista de incalculable valor económico, ni una espectacular gema, transformada ya en leyenda. Nuestros tesoros serán mas humildes, un viejo cuaderno de la escuela, los garabatos del preescolar, el estuche plástico con las monedas conmemorativas del mundial 78, que visionariamente compramos a los 12 años pensando en la fortuna que valdrían en el 2000, visionarios si, hábiles economistas no, definitivamente, la marquilla del primer paquete de cigarrillos que hemos fumado, la primer caja de preservativos con la fecha garabateada en la parte posterior, una amarillenta prenda interior femenina, bueno, algo de fetichista tenemos todos ¿no?, ejem, bien, fotos de compañeros de estudios de los que apenas recordamos los nombres, la entrada del primer recital, un envoltorio de chocolate con una, apenas distinguible, estampa en rouge de labios femeninos, medio billete con una dirección y un teléfono, caballeresco pero poco practico, una revista de historietas, un destruido juguete, algunos discos en vinilo, un tocadiscos, y así un montón de recuerdos físicos que despiertan diferentes matices de sensaciones.
Algo parecido, sucederá en esos escondidos arcones mentales, quizás los objetos físicos despierten las sensaciones o recuerdos dormidos, quizás no sean necesarios, quizás una tarde de lluvia, frente a una ventana y disfrutando un buen cigarrillo, nos dediquemos a revolver el desván de nuestro pasado, encontraremos lagrimas y sonrisas, innumerables sensaciones, pero al final, seremos capaces de apreciar el valor de lo vivido, degustar el sabor de nuestra experiencia, los colores de nuestros paisajes, la vida, simplemente la vida que hemos vivido, y así, haremos lugar para los nuevos elementos, aquellas cosas que iremos guardando en nuestro actual día a día, prueben esa experiencia, es muy gratificante.
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