Algunas ideas que se me ocurrio escribir y que, inocentemente, me deje convencer que se dejaban leer, ahora, no se si se dejan leer, pero entretiene escribirlas, a su propio riesgo, padezcanme.

viernes, 20 de octubre de 2006

El regreso del hijo pródigo.

Tranquilos, no soy religioso practicante así que no encontraran una parábola, quizás si una metáfora, de las cuales me he hecho muy amigo últimamente. Quienes me hayan seguido, leyendo en todo caso, recordaran que tenia una serie de problemas habitacionales, mas bien diría que no tenia problemas habitacionales por que para eso hay que tener habitaciones y de repente me encontré, rodeado de bultos, sin mi pintoresco y viejo departamento, ergo, sin las consabidas y necesarias habitaciones.

En cierta forma no me quede, de repente, sin departamento, es como si se hubiera disgregado lentamente, como tomando envión, hasta mi salida, primero la heladera amiga que me abandonó sin contemplaciones, mi mesa de noche que la siguió casi moviendo la cola y para terminar, el conjunto de lo que quedaba, daría como para deprimirse un ratito si lo pensamos detenidamente.

Mientras se acercaba la fecha de la despedida, desalojo dirían los entendidos, buscaba con cierto humor al principio, resignación mas adelante, preocupación postrera y una final desesperación, un nuevo lugar que me albergara, no que no tuviera techo en caso de ser necesario, solo que no quería utilizarlo, pero bueno, el destino corre mas rápido que nosotros y finalmente nos termina alcanzando.

Así fue, el destino me alcanzo y como la mayoría de las veces sucede, no afecta únicamente al protagonista si no que hay un cierto grado de daño colateral. Como decía antes, el destino me alcanzo y me empujo, junto con mi pequeño universo de posesiones a la puerta de la casa paterna, ultimo bastión donde refugiarme y al que me negaba totalmente en volver. Creo que esto merece una pequeña explicación, no es que sea mal hijo, ni mucho menos que mi padre sea mal padre, si no que ambos tenemos nuestras vidas hechas, el su pareja, sus costumbres, yo mis locos tiempos, mis deshoras y mis propias costumbres y lógicamente, él no dejara de ser padre ni yo de ser hijo, con lo que los respectivos roles implican.

Así que el destino me encontró rodeado de mis propiedades y la sonrisa de mi progenitor, sonrisa ya que tuvo un cierto tiempo para resignarse a la suerte que nos toco, así que atrapados en los mas fuertes lazos de la familiaridad, la sangre, nos miramos con la certeza de que ambos pondríamos la mejor de las voluntades para adaptarnos, dos hombre adultos, maduros, obligados a retomar una convivencia, que si bien temporal, nada tiene que ver con aquella que había en el momento del abandono de hogar.

Así las cosas, el regreso del hijo pródigo, y único también, se realizo sin estentóreas ceremonias ni protocolos, con la sencillez que reina entre un padre y su hijo, mas allá de las edades y la circunstancias, una hospitalidad basada en el amor de una familia conformada por dos hombres, aunque ambos se nieguen, nos neguemos para ser mas personal, a expresarlo de una manera, quizás, mas clásica. El hijo prodigo ha vuelto. Ojalá que por poco tiempo.

1 Perplejos:

Anónimo dijo...
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